El museo etnográfico de Don Benito exhibe en octubre como pieza del mes a una pizarra y un pizarrín escolar. La pizarra en este caso es un trozo rectangular de dicha pizarra, algo pulimentada y con un marco de madera, donde se escribe o se dibuja con el pizarrín (lápiz o puntero también de pizarra) con yeso o con lápiz blanco.

 

Aunque ya se utilizaba durante la Edad Media, puede que incluso antes,

 

fue en el siglo XIX cuando se popularizó el uso de la pizarra de piedra para la escritura, pues era más duradera que el papel y resultaba más barata en un momento en que el papel era costoso.

Las pizarras escolares consistían en losas delgadas de piedras de pizarra, generalmente de 19 x 14,5 cm.

Parece ser que en 1840, James Pillans, profesor escocés de geografía, tomó una de las pizarritas individuales de sus alumnos y la colocó en la pared

para que todos pudieran entender mejor lo que estaba explicando. Por ello se le conoce a Pillans como el inventor de la pizarra de pared o encerado como lo usamos hoy; es decir, un rectángulo colocado en un muro frontal del aula en donde, con la ayuda de una tiza, se escriben o dibujan los ejercicios croquis o anotaciones sobre la materia que se enseña.

La denominación de “encerado” para las pizarras de pared, recuerda a las tablillas romanas que eran de cera. Para trazar las letras se usaba un punzón

llamado ‘estilum’. De ahí nació la palabra “estilográfica” o pluma de tinta.

La pizarra que presentan como Pieza del Mes de octubre, data de principio de los años treinta del pasado siglo. Esta pizarra lleva atados con un cordel, un pizarrín y un paño para limpiar la escritura. El enmarcado de madera, ha sido reparado y reforzado en sus ángulos con pequeños clavos y asegurado con trozas de hojalata e incluso de cuero, de forma artesanal, lo que hace indicar que fue muy usada, posiblemente por más de un usuario, durante años.